De acuerdo a CONAF, un incendio forestal es un fuego que se propaga sin control en terrenos rurales. A escala global los incendios forestales constituyen uno de los mayores agentes de degradación de los ecosistemas existentes en el mundo, provocando cambios en la vegetación, suelo, fauna, procesos hidrológicos y geomorfológicos, calidad de las aguas e incluso cambios en la composición de la atmósfera.
En Chile, el 99,9% de los incendios forestales son ocasionados por el ser humano. Una realidad preocupante dado el contexto forestal económico que presenta el país. Es por esto que cada año las campañas para prevenir los incendios forestales en época estival son cada vez más fuertes. Sin embargo, históricamente, las cifras de ocurrencia y daños han ido en aumento. Desde los años ’60 a la fecha ha habido una tendencia al aumento en la cantidad de incendios forestales, lo que podría explicarse, en parte, por el mayor acceso que tienen las personas a lugares naturales. El mejoramiento de la red vial nacional y el aumento del poder adquisitivo de las personas ha contribuido a facilitar el acceso a parques o lugares de excursión no regulados, dejando expuestas nuevas áreas que antes se encontraban resguardadas por la lejanía o inaccesibilidad.
Por un tema de condición forestal natural y antrópica, la concentración de la frecuencia de los incendios forestales se ubica mayormente en la zona centro y centro sur del país. Entre los años 2007 y 2017 se observa un incremento significativo de la frecuencia de los incendios forestales desde la Región de Coquimbo hasta la Región de Maule con ocurrencias para el periodo 2016-2017 que superan la sumatoria de eventos de incendios forestales del decenio 2007-2016, con valores significativos para la Región de Coquimbo, siendo la que registró el mayor aumento de eventos con un 88,43%. Para el caso de la Región del Maule se observa un aumento de un 27,73%, y en la Región del Libertador General Bernardo O’Higgins un 20,23%. Curiosamente, a diferencia de lo que se suele pensar, la Región de Valparaíso sólo ha experimentado un aumento de un 16,85% y la Región Metropolitana un 1,27% de eventos de incendios forestales.
Esta distribución en los incendios forestales puede deberse a tres factores: primero, la vegetación es mucho más abundante en el centro y centro sur que el en norte del país, por lo que el material combustible escasea en esta última. Las grandes empresas forestales se encuentran emplazas en la zona centro sur lo que favorece las condiciones de material disponible para quema. Segundo, cómo se explicó anteriormente, en Chile los incendios forestales son en su mayoría de origen antrópico, por lo que la mayor concentración de población en esta zona, aumenta las probabilidades de que se desencadene este tipo de eventos. Y, por último, pero de gran importancia, el Cambio Climático puede estar contribuyendo enormemente al aumento de los incendios, principalmente por el aumento de territorio que se encuentra bajo déficit hídrico. Chile es un país altamente vulnerable al cambio climático, tal como lo indican los estudios realizados a nivel internacional y nacional, y sus efectos ya se están haciendo notar en el territorio nacional. Las proyecciones climáticas para el país muestran como principales efectos el alza en la temperatura en más de 2ºC y la disminución en las precipitaciones en un 15%. De acuerdo a los datos de la Dirección Meteorológica de Chile, en el verano del año 2017 se registraron temperaturas que sobrepasaron los 41ºC en Chillán, 37ºC en Santiago y Curicó y 35ºC en Valdivia. Con la consecuente resequedad del aire y cambios en las masas de aire, factores cruciales a la hora de generarse y propagarse un incendio forestal –temperaturas cada vez más frecuentes en las épocas estivales–. Todos estos cambios tendrán repercusión directa o indirecta sobre la mayor parte de las actividades productivas del país, y por supuesto, también en el medio ambiente y la biodiversidad (Ministerio de Medio Ambiente, 2008). Al modificarse las condiciones climáticas, las especies vegetales deben adaptarse al nuevo comportamiento de los factores climatológicos, generando una migración de especies esclerófilas hacía a la zona sur, dando paso a especies de tipo xerófitas con una mayor capacidad de combustión.
La zona sur por otra parte, presenta una frecuencia menor debido al aumento en la humedad relativa del aire y las precipitaciones. Influyen también la baja en la concentración de población y su dispersión. No obstante, ha habido eventos desastrosos en parques y reservas nacionales como el ocurrido en el Parque Torres del Paine el año 2012, donde se quemaron más de 17.000 hectáreas y una gran biodiversidad casi irrecuperable.
Es por todo esto que los organismos de respuesta deben estar preparados para enfrentar la temporada de incendios forestales que ya enfrenta el país. El Plan de Emergencias debe contener un listado de las capacidades con las que cuenta el Sistema Nacional de Protección Civil que puede utilizar CONAF para enfrentar este tipo de eventos. Sabido es que el presupuesto de esta institución es escaso y las Brigadas de Incendios Forestales que pone el Ejército de Chile (BRIFES) no dan basto para hacer frente a la emergencia. Por otra parte, la comunidad debe organizarse y coordinarse para definir roles y poder actuar en ayuda mutua frente a un incendio. Llama la atención que, en Valparaíso, en los cerros La Cruz y Mariposa (unos de los más afectados por el incendio del año 2014, donde se quemaron más de 2.900 viviendas) no se haya implementado ningún plan de emergencia a la comunidad. Se reconstruyó en el mismo lugar, se entregaron subsidios por parte del Estado y no se hicieron obras de mitigación que permitan aminorar los efectos desbastadores de los incendios. Actualmente, hay calles donde no cabe un carro bomba y en una amplia zona no existe un sistema de red húmeda (grifos) que permita combatir este tipo de eventos.
Es importante entonces que existan ciertas medidas que permitan aminorar el riesgo de incendio forestal que presenta cada año la población y el medio ambiente. Se hace necesario primeramente entonces educar a la comunidad en ser responsable a la hora de realizar fogatas en zonas de picnic, organizarse entre los vecinos en caso de ocurrir un incendio, y, sobre todo, contar con Plan de Emergencia para Incendios Forestales que sea acorde a la realidad que enfrenta el país y que se describió al inicio de este documento.
Si se siguen apagando los incendios forestales con una botella de agua, terminaremos lamentando la pérdida invaluable de nuestra gran riqueza de biodiversidad.
Fabiola Barrenechea Riveros
Directora Observatorio en Gestión de Riesgo de Desastres
Universidad Bernardo O’Higgins